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jueves, 21 de noviembre de 2019

Escalera al infierno


(Análisis de una obra de arte)

Ayer vi 'JOKER', me pareció muy buena. Pero había algo que me incomodaba: al chabón le habían pasado todas, no se libraba de una, era demasiado. Y me dije, 'No es otra cosa más que otra buena película americana'.
Pero de pronto, mi cabeza hizo un clic. Empecé a verla con otros ojos (con esos de Freud y el malestar en la cultura). Ya no era el Joker (o el Guasón) al que estaba mirando; ya no era su historia. Independicé al personaje de la saga de Batman, el cómic, las películas, etc., y toda su cosmogonía. El Guasón, el tipo ése, es una representación social. Es más, más que una representación social, es la sociedad toda: asqueada, maltratada, lastimada hasta el dolor, y la miseria de no poder cambiarse a sí misma. Un destino trágico que, al menos que aparezca un cambio paradigmático, nos espera a todos. Y no dentro de mucho...
No estoy hablando de otra cosa que, nada más y nada menos, del posmodernismo. Como lo explica la propia palabra: el modernismo ya terminó (hace tiempo) y seguimos en un post, en algo que ya terminó, que ya no da más. Y para peor, aún nada nuevo comenzó. Estamos en ese limbo donde todo vale y nada ni nadie vale nada.
La película es oscurísima, como la sociedad misma. Un descenso, una escalera al infierno.

¿Qué hacemos?

¡Solamente estamos yendo al cine a contemplar la extinción!









Autor: Cristian Crucianelli

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viernes, 16 de agosto de 2019

¡Buenas noches!


Sus caricias son tenues, se desparraman por mi piel, como una cálida lluvia de verano. Y ella sonríe, siempre sonríe, y es hermoso oírla jadear en la oscuridad. Allí esconde su risa cuando nadie desea ser feliz. Es hermoso sentirla jadear cuando llora también, cuando desea ser feliz y no puede.
Pero ya es tarde, ahora cierro mis ojos. Mañana quiero verla reír, y escucharla respirar el aire plateado de un nuevo día. Yo tendré que hacer mi parte. Voy a devorarme toda la oscuridad de un solo trago. Tengo que cerrar mis ojos hoy, para que empiece un nuevo día mañana. 

¡Buenas noches!







Autor: Cristian Crucianelli

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*Todos los derechos reservados

miércoles, 31 de julio de 2019

Tatuaje


Estaba durmiendo profundamente, soñaba con Michelle. La tenía enfrente, muy cerquita, alta, con los rasgos que un poco imagino y mezclo con fotos robadas en los jardines de face. O es solo recordar, recordarme a mí a los 15 años, el pelo más largo y feminizar su rostro, su cuerpo, sus gestos. Es igual a mí. Tan alta como yo, la tengo cerca, sus ojos casi a la altura de los míos. Me mira fijo con esos ojos oscuros casi negros, esa mirada profunda de párpados rasgados.
Me mira a los ojos, en silencio, yo no puedo ni quiero apartar la mirada. Hago un mapa mental de su imagen para siempre. La tengo tatuada en mis retinas, estampada en mi alma. Me mira, me mira. Sus ojos empiezan a moverse, se deslizan de manera horizontal apenas perceptiblemente. Casi hipnotizan. Se mueven. 'Me va a abrazar', pienso. 'Si sigue moviendo los ojos así, me va a abrazar'.
Sus ojos se deslizan de un ojo mío al otro, como tratando de leer quién es ese tipo. Ese tipo soy yo. Su mirada se queda quieta, pierde su profundidad. Me abraza. Me aprieta fuerte y no me suelta. Imagino que a mi espalda ahora tiene los ojos cerrados, fuertemente apretados. Yo los tengo abiertos, no puedo cerrarlos. Si lo hago cómo hago para verla en sueños.
Suena el celular...
La putísima madre, lo revoleo al carajo, rebota aquí y allá quinientas veces, como queriendo llamar la atención. Me agarro fuerte de la almohada, ahora sí, cierro los ojos con fuerzas, los aprieto hasta casi dolerme los huesos de la cara. Tengo que dormirme. Tengo que dormirme. Tengo que cerrar los ojos. Si no los cierro, cómo voy a hacer para verla en sueños.
No me volví a dormir. En toda la noche no pude dormir. Me quedé mirando su rostro tatuado en mi memoria. Ahora estoy cansado, necesito dormir. 






Autor: Cristian Crucianelli


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jueves, 13 de junio de 2019

Polifonía


La profecía decía que serían cuatro campanadas, todas a la vez, al unísono. Nunca se logró. Quisieron detener el tiempo, lo lograron... y las campanas tañeron juntas, por primera vez. Pero sonaron antes o después de ese instante y nadie las pudo escuchar.
Soltaron las cuerdas del presente, las cortaron; y el tiempo se alejó con un quedo gemido, huyendo como el aliento del viento, hacia más allá de donde se puede ver, hasta ese lugar que los humanos jamás van a conocer. A lo lejos, se fue apagando un llanto.
Las campanas sonaron cuatro veces y, entre tañido y tañido, todos y cada uno de los que habitan la tierra, pudieron escuchar el oprobioso silencio del ser, que es sólo ruido, entre sonido y sonido.
La música quedó fuera de ellos. Y sólo pueden escucharla.










Autor: Cristian Crucianelli


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A un lado del horizonte


   El camino se va acortando más y más. Y allá, no tan lejos, parece terminar abruptamente. Alguien me aguarda, sin saber que me aguarda. Creo que es una mujer. No puede verme. Hace equilibrio en la línea del horizonte. Se saca y se pone el sombrero, y hace una reverencia. Es una mujer. Está de espaldas y no me ve llegar. Si la beso, se cae; si la ignoro, se muere. Si anticipo qué voy a hacer, se termina el cuento. Se saca y se pone el sombrero y hace otra reverencia. Levanta un pie del horizonte y allí se queda suspendida en un único punto de apoyo, como un signo de interrogación. El último renglón del destino es una pregunta. Escucho su respiración. Si la beso, se cae; si la ignoro, se muere. Si se da vuelta para mirarme para saber quién soy, apago la luz.
Apagué la luz.
De qué lado habrá caído...









Autor: Cristian Crucianelli


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