Era inminente que algo iba a suceder. El aire se oscurecía y los ruidos iban perdiendo ese tono seco, como golpes de hacha a un árbol aún vivo. Intenté mantener mi mente alerta. Distendí cada músculo, uno a uno, como van apagándose las estrellas, una a una, huyendo heridas por la luz de la mañana. Cuando ya no sentía nada, cuando ya no escuchaba a nadie, me replegué en mi cuerpo. Me dormí. Las estrellas vuelven a encenderse una a una. El cielo se apagó. Sólo quedaron chispas del ayer. Sé que estoy en el sueño de alguien.
Pero no sé de quién.
Autor: Cristian Crucianelli
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