Sucedió una noche; esa noche en que te dejaste
llevar, como pequeño canto rodado arrastrado por la ola al retirarse, que
vuelve a la entraña de donde escapó, como vuelve frío el suspiro a la miserable
boca que alguna vez negó un beso. Sólo uno.
La oscuridad de a poco va blanqueando en chispas que explotan
iridiscentes sobre la arena mojada, como huellas de la memoria que de tanto en
tanto vuelven a pisarse. Son faros en la oscuridad, destellos que te dicen al
oído 'No te asustes. Perderse, es también parte del camino. Estás vivo...'.
La luz se va; gira y se despide acariciando la rugosa piel
del mar, en fuga hacia lo lejos, más allá del horizonte.
Sólo hay que esperar el retorno de su giro.
Entonces, como aquella noche, otra noche ha de volver. Me
buscará con su espada hasta encontrarme. Y, cuando lo haga, enterrará en mi
pecho su filoso fuego, para volver a calentar mi carne helada.
Sucederá una noche.
Autor: Cristian Crucianelli
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