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miércoles, 16 de mayo de 2012

Sopla el viento

Deseo volver a tocarte la mejilla. Sí, ésa, la misma de aquella vez. ¿La otra? No, la otra no hace falta, bebé, no la ofrezcas... ¿Quién se va atrever a golpearla estando yo tan cerquita? Todavía llevo tu perfume; me persigue, y yo me dejo atrapar. Es que el olor de tu piel es mi piel... aunque te hayan dicho lo contrario. La mía es un cuero duro y resentido a fuerza de látigo y látigo. Estoy sangrando, mi niña, pero no se ve. Los golpes rebotan adentro y sacuden las entrañas, aprietan en la entrepierna. Ya no escucho otra cosa y los golpes se redoblan como campanas malditas, el corazón un badajo y el pecho no es de bronce, ¿sabés? Se está quebrando todo; tiemblo, lloro, grito, sangro. Rompo a los amigos, armo a los enemigos... y ya no puedo escuchar a nadie, porque no hay peor sordo que aquel al que le robaron la música de tu voz. Pero no nos pongamos tristes. ¿Te cuento un cuento? Había una vez un árbol... Me quemo, tengo frío, me asfixio, me ahogo, me duele, me duele, me ahogo, adiós, bebé, adiós... Sopla el viento, me persigue, me alcanza tu perfume, respiro y vivo.

Autor: Cristian Crucianelli


2 comentarios:

  1. Gracias, Malena. Espero que también te gusten los próximos pequeños textos que voy a publicar en breve. Saludos.

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