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sábado, 26 de mayo de 2012

Agua

Veo en lo alto tu brillo, ese que enceguece y quema imitando al sol. No cierro mis ojos, ya no hay nada que quemar. Soy un extraño animal que ya no piensa, no escribe, que ya no lee. Sólo siento. Siento ese dolor amable que me adormece, que apaga las llamas de todas mis velas, pero olvida la última, la que en la penumbra no me deja estar vivo, no me deja estar muerto. Tanteo en mis recuerdos; los invento. No puedo permitir que lo hermoso del ayer venga a perturbar una realidad distinta. No escucho el grito de los niños con su pelota ni el canto de las niñas meciendo a sus muñecas. Imagino un mundo yermo, sin niños, ni uno sólo; pero al verte sentada sobre el alto muro de la injusticia estirando tus bracitos hacia mí, los veo a todos, mi niña, a todos los niños del mundo jugando en rondas en los campos verdes. Y es ahí, mi pequeña, cuando tus brazos desde lejos están a punto de tocarme, cuando soy lo único que ven tus ojos, es en ese momento que los míos se enturbian hasta perderte. Es que no puedo ver a través del agua.


Autor: Cristian Crucianelli




3 comentarios:

  1. Ese dolor que no deja estar vivo tampoco deja estar muerto. Se nota que el amor mantiene todo vivo para siempre. ¡Bellísimo, Cristian!

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    1. Bellísimo lo tuyo también, María. ¡Qué lindo escribis! Si tenés algún material tuyo para enviarme, te lo voy agradecer. Quid pro quo!

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